Entre los directivos de algunas
empresas persiste todavía la mala costumbre, cuando les toca reemplazar a
otros, de deshacerse completamente de todas las cosas que hizo su antecesor,
especialmente si estuvo en la más alta posición.
Esto podría ser beneficioso, solo
si la gestión anterior habría sido 100% desastrosa, y seamos sinceros, ningún
directivo puede ser tan malo como para dirigir una empresa totalmente mal.
Cuando se llega con esos
planteamientos de tabula rasa lo que ocurre generalmente es que algunas cosas
se corrigen, pero una gran parte de otras se descontinúa, dando la sensación de
que con esos cambios la organización no avanza, sino retrocede.
Uno de los aspectos que más se ve
afectado con este tipo de acciones, es la Cultura Organizacional, que es un
importante activo intangible de la empresa, cuya más mínima variación puede
acarrear consecuencias y problemas difíciles de solucionar en una organización.
No queremos decir con esto que la
cultura organizacional debe permanecer siempre inmutable, hay casos en los que
definitivamente debería cambiarse, especialmente si atenta contra el desarrollo
de la empresa. Pero, en la mayor parte de las veces, la cultura organizacional
no debería ser tocada, no al menos sin que antes se haya efectuado un buen
diagnóstico.
En los últimos días hemos sido
testigos de algunas organizaciones de mi país en las que un simple cambio
horario, de incremento de restricciones, de traslado o suspensión de rituales
corporativos o cambio de discurso de los directivos, ha ido desmantelando
sistemáticamente la cultura de estas empresas, dejando entre los miembros de la
misma, sensaciones de desconcierto primero, pasando luego por el descontento,
la disminución de la identificación y finalmente la sensación de una pérdida de
rumbo, de no saber a dónde ir.
Lo peor de todo es que muchos de
estos directivos, ni siquiera eran conscientes de lo que estaban haciendo,
carentes por completo de una visión sistémica, muchos de ellos creían que estaban
solucionando algunas cosas, cuando en realidad lo que estaban haciendo era
socavar las bases de su propia organización.
¿Se imaginan que sería de
Starbucks si mañana su próximo CEO decidiera que la Atención al Cliente ya no
va a ser lo más distintivo de su cultura, sino los precios bajos? ¿O qué habría
sido de Apple si Steve Jobs habría cedido a las voces que le pedían que
fabricara productos masivos en lugar de los productos exclusivos que aún hoy
marcan tendencia en el mundo de la tecnología? ¿O de Disney, si sus actuales
directivos hubieran dejado de “prestar exagerada atención a los detalles”, como
dicen sus manuales de inducción inspirados en el fundador?
Una empresa que dinamita su
propia cultura organizacional, es una empresa, que no tiene la menor idea de lo
que se trata tener una, y por eso no la cuida, ni le presta atención y sus
colaboradores no la defienden. Lamentablemente estos casos no son
excepciones, existen todavía muchas empresas, que no tienen la menor idea de
cómo es su cultura y por lo tanto siempre estarán expuestas a destruirla, y ni
si darán cuenta de ello.