No es una estrategia nueva el uso de fake news para lograr que la gente tome conciencia de la existencia de un film, lo acepte y luego acuda al cine a verlo. Seguramente han habido otros, pero entre los más lejanos que podemos mencionar está Holocausto Caníbal (Cannibal Holocaust 1980) de Ruggiero Deodato, en la que se prohibió por contrato aparecer a las 4 protagonistas en público para que la gente creyera la versión de que lo que se mostraba (que morían devorados por caníbales) realmente ocurrió. Muchos medios se prestaron al juego.
Luego se desato un escándalo en el que hasta lo empezaron a perseguir judicialmente y tuvo que aclarar todo, pero ya fue demasiado tarde: aún hay gente que a pesar de los evidentes cortes, cree que lo que cuenta esa película fue real.
Otra cosa parecida ocurrió a fines del siglo XX con El Proyecto de la Bruja Blair (The Blair Witch Project 1999), aunque en ese caso a pocas semanas del estreno, los mismos productores aclararon que todo fue parte de una campaña de intriga y ese tipo de films empezó a llamarse found footage (metraje encontrado), porque supuestamente la película se armaba a través de material filmado y hallado accidentalmente.
Por mucho éxito que se hayan tenido en ambos casos, no estoy de acuerdo con estas estrategias. Comunicar debería significar en todo caso decir la verdad o en todo caso no mentir a sabiendas para obtener más ingresos. Obtener un mayor ingreso en dólares no debería ser la justificación, antes debería primar el principo ético de que mentir no está bien.
Pero en estos tiempos en que las fake news reinan a sus anchas en todas las plataformas y hasta existen por todo el mundo medios que están encantandos con difundirlas, no era de extrañarse que estas "efectivas" estrategias vuelvan a usarse para promover una película, solo que en este caso a pesar de los frecuentes desmentidos, nadie ha salido a reconocer que no ha dicho la verdad.
La película en cuestión se llama Sounds of Freedon (Sonidos de Libertad 2023) y ha sido el gran éxito del verano en cuanto a tickets vendidos y decimos vendidos, porque los tickets no tienen mucho que ver con la gente que realmente ha visto la película, ya que según informa The Economist, en algunos lugares la película se proyecto con salas casi vacías. Esto debido a una subcampaña de los productores que instaba a la gente a comprarle una entrada a "aquellos que no podían asistir a verla".
Sounds of Freedom fue filmada hace un par de años por los estudios Fox. Cuando terminaba su post produccion, el estudio fue adquirido por Disney a quien la cinta no le interesó y la mandaron a archivo, algo que ocurre con frecuencia en Hollywood, especialmente cuando las productoras y estudios cambian de manos.
Al año siguiente gracias a Angel Studios, los productores entre los que está el señor Eduardo Verástegui obtuvieron los derechos de la cinta y estaban listos para estrenarla. Para ello no se le ocurrió mejor eslogan que "la película que no quieren que veas", como si alguien hubiese querido prohibirla e instaban a sus allegados a "exigir que llegue a su país" para que pueda estrenarse.
Con tan solo ver la enorme inversión en publicidad y el rápido interés en las salas de cine por proyectarla, era evidente que eso de "la película que no quieren que veas", no era verdad. Además Verástegui se paseó por Estados Unidos y varios países latinoamericanos promocionando la cinta y en ningún momento nadie lo persiguió, ni intentó incataurle copias del film, al contrario, hasta fue condecorado como ocurrió acá en Lima.
Lo peor de esta campaña es que no solo no se desmintió, sino que dio pie a que se introdujeran más fake news y teorías de conspiración de algunos grupos que se adhirieron a la difusión, especialmente los de Q'Annon, grupo al que el protagonista, Jim Caviezel pertenece. Así que cuando llegaban los mensajes a los grupos de wassap pidiendo ver la película, llegaban también las historias tantas veces desmentidas de que "los niños son secuestrados para extraerles adenocromo, una sustancia supuestamente más adictiva que la heroína" y lamentablemente mucha gente terminó creyendo esos embustes.
A eso se le agrega el caso de que como los carteles dicen "basada en un hecho real", la gente cree que es "basada en la realidad" y que todo ocurrió tal y como se contó en la película. Tratar de explicarles que es una ficción y además que no tiene nada que ver con conspiraciones mundiales, ni adenocromo, es una tarea muy complicada. Por más que medios prestigiosos como El País, The New York Times y The Economist hayan dedicado varios artículos exponiendo las mentiras, y que hasta el mismo director de la cinta lamente que se haya tenido que llegar a esto para promocionarla, la gente seguirá tragándose esos cuentos.
Lamentablemente hemos llegado a una era en que la verdad ya no es una cuestión de hechos y argumentos, sino simplemente una cuestión de fe: "yo creo esto porque elijo creerlo", no importa lo que digan los académicos, ni los medios más prestigiosos del mundo cuando estos señores ya eligieron.
Estas son las circunstancias en las que las fake news han llegado a la Comunicación Corporativa y lamentablemente parece ser solo el inicio. El éxito que ha tenido esta campaña asegura que muchos la imitarán. Nos espera una larga batalla para tratar de defender a la verdad y sus argumentos.