Siempre es emocionante cuando los trabajos que realizamos con los
alumnos dentro de un curso, trascienden los muros del salón de clase y llegan a
las calles y otros lugares, para impactar de un modo positivo a la sociedad. En
este semestre el curso de Semiótica de la Imagen, a cargo de nuestro colega, Manuel Eyzaguirre
Bravo, ha trascendido con los trabajos de sus chicos, esas paredes de un modo
que no veía hace un buen tiempo.
Ellos han tenido el encargo de elaborar trabajos con signos, símbolos,
iconos y todo elemento con contenido y significado, con el fin de impactar en
la sociedad local, en este caso de la ciudad donde está la universidad que
enseñamos; esto es en Chiclayo, al norte del Perú.
De estos trabajos han salido cosas notables, todos dignos de
felicitación, como por ejemplo un almanaque con personajes ilustres de la
región, iconoficados en un estilo muy de nuestros días, lo que lo hará más
visible entre los jóvenes de hoy. Está también una campaña en base a afiches,
gigantografías, pines, stickers, calendarios, llaveros y banderolas, para
recordar a las personas lo importante que es saludarse y expresarse buenos
deseos los unos a los otros.
Están también una iniciativa de formar Club de Lectura que busca
incentivar la lectura en lugares públicos; carteles con signos positivos en
taxis, El Chiclayo de Nuestros Niños que busca saber cómo ven nuestra ciudad
los niños y está también una propuesta para modificar y actualizar los símbolos
de identidad de la ciudad, ya que los actuales son muy poco conocidos y
aceptados.
Pero la iniciativa que más me llamó la atención fue “Superbanderines”.
Basada en la noción de que el signo cambia de manera ilimitada (en otras
palabras la semiosis es infinita), sostenida por Charles Sanders Peirce, padre
de la semiótica moderna; los alumnos se propusieron cambiar la carga de un
signo negativo, por uno positivo y en este caso escogieron los banderines de la
campaña del ex alcalde de la ciudad, hoy preso por corrupción, y luego de
descolgar varios de una de las avenidas principales de la ciudad (en Perú,
raras veces los políticos retiran o despegan sus afiches y banderines
propagandísticos de las ciudades, por eso estaban allí al alcance de todos);
los rehicieron, transformándolos en iconos y símbolos relacionados con
superhéroes y con textos que hacían referencia a las virtudes (fortaleza,
justicia, honestidad…) y las vinculaban con la familia, la sociedad y los
amigos.
Estos “Superbanderines”, fueron luego obsequiados a los niños de una
escuela nacional de primaria donde tuvieron muy buena recepción.
Lamentablemente, por los escasos recursos, esta campaña no pudo
extenderse a más colegios. Pero, esta iniciativa digna de imitarse no tendría
porque quedarse allí, el primer paso está dado y muchas organizaciones podrían
hacerla suya y seguir trabajándola. Por lo pronto, todavía quedan muchos de
esos signos negativos colgados en nuestras calles.
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