jueves, 28 de enero de 2010

LOS HÉROES TAMBIÉN TIENEN IMAGEN


Caso Film: Hancock

John Hancock es un superhéroe venido a menos, con graves problemas sociabilidad que lo ha llevado a sumergirse en una espiral autodestructiva que incluye mala onda y alcohol, mucho alcohol. Pero un día su suerte cambia al encontrarse con Ray Embded un experto en Comunicación Corporativa (aunque el film diga Relaciones Públicas, emplearemos el término actual), a quien salva de una muerte segura a pocos segundos de ser arrollado con un tren.
Ray le agradece mucho y en seguida se da cuenta del mayor problema de Hancock: la gente lo odia y si pudieran lo lincharía, al punto que Ray tiene que intervenir diciendo:

- ¡Hey, yo esto bien, este hombre me salvó, salvó una vida, vamos un aplauso para él! y luego le dice al héroe:

- Tienes un grave problema de imagen, esta gente debería adorarte y no deberían pretender lincharte.

Ray se ofrece entonces para ayudarlo y hace lo primero que debe hacerse en estos casos: hacer un diagnóstico de sus problemas. A la observación directa, suma testimonios y archivos en video, gracias al omnipresente Youtube. Al final llega a una conclusión muy simple, la raíz de los males de Hancock es que él es un: asshole, que en español se puede traducir como idiota, imbécil, despreciable, pero que en este caso específico significa una persona que en el fondo no es mala, pero no puede evitar comportarse como un patán y cae mal, muy mal.
El experto le dice: "la causa es que te sientes solo, estás de mal humor, haces las cosas mal, la gente te rechaza y tu los rechazas a ellos, pero vamos a empezar de nuevo". Ray intenta empezar por el cambio de indumentaria (el equivalente al IVC de una empresa), pero Hancock se resiste, hasta que llega la oportunidad, o mejor dicho la amenaza: la gente quiere meter en la cárcel al héroe por su constante mala conducta y los miles de dólares en daños.
Ray con buena visión estratégica decide convertir esa amenaza en oportunidad: Hancock no sólo no le rehuirá a la cárcel, sino que accederá ir voluntariamente a ella ("En menos de dos semanas la gente te estará reclamando y si me equivoco siempre puedes salir volando de allí", le dice ) y el héroe accede.
El primer paso para ir a la cárcel fue un buen golpe de imagen, Hancock lee una declaración de prensa donde pide perdón y enfatiza un punto que muchos ignoran: él es el último de su especie. Claro adentro la vida no es tan fácil y Hancock está a punto de tirar la toalla varias veces, pero con riesgo de perder su vida o salir muy golpeado, Ray se le enfrenta y le plantea la alternativa: o aprovecha el momento y se convierte en el héroe que la gente quiere o serás miserable por el resto de su vida.
Poco a poco, Ray va aceptando las cosas y cambiando algunas cosas de su conducta, hasta que llega el momento: hay un asalto con rehenes casi imposible de solucionar para la policía y lo llaman, buena oportunidad para mostrar los cambios y vaya cambios: Hancock se ha afeitado, se ha quitado sus horribles ropas de homeless y ha estrenado un nuevo traje ajustado que lo asemejan más a las imágenes de héroe tradicional.
No sólo eso, además ha aprendido a aterrizar bien y ha empezado a pronunciar dos palabras que le han costado mucho: "buen trabajo", palabras simples, pero que provenientes de un héroe tienen el efecto casi mágico de levantar la moral de sus congéneres y hacer empatía con ellos.
Si a eso añadimos que su primera misión casi no causó daños, pues la jornada es completa y el reconocimiento de su público no se hace esperar.
Reemplacemos a Hancock por un héroe de la guerra, un ídolo del deporte o un personaje destacado de una actividad profesional y nos daremos cuenta que a pesar de ser fantasía, este film tiene mucho de real. Las historias de héroes dan por sentado que la gente los adora por lo que son, y no necesariamente es así, los héroes son personas como nosotros y por tanto con defectos y algunos de esos defectos pueden empañar su imagen y no dejarlos brillar como ellos merecen.
Muchos de ellos necesitan de un Ray experto en comunicaciones que los hagan reconocer su problema y trabajar en la solución.

lunes, 11 de enero de 2010

GRAVE ERROR DE PERCEPCIÓN



Uno de los errores de comunicación que más daño puede causar en las organizaciones, es el de la percepción errónea de señales en el estilo de laborar de los trabajadores por parte de los directivos, la cual puede llevar a cometer actos tan injustos como premiar al trabajador más ineficiente o desleal, y por el contrario castigar o postergar, a los trabajadores más leales y productivos.

Este error, aparentemente tan simple, es por desgracia mucho más frecuente de lo que se cree y ocurre fundamentalmente por una razón: un directivo o grupo de directivos, interpreta erróneamente las señales que emiten sus trabajadores al momento de trabajar y terminan utilizando el sistema de premios y castigos, de manera inversa: premiando a los ineficientes y castigando a los buenos trabajadores, provocando así graves situaciones de injusticia.

Existen hoy por desgracia, todavía muchos gerentes que premian con ascensos o aumentos a aquellos que por ejemplo pasan más horas en la oficina, creyendo por ello que trabajan más horas o que están más identificados con la organización, cuando la mayor parte de las veces, estos señores en realidad son más ineficientes que el resto por no terminar su trabajo a tiempo.

Otro error común es el de premiar a aquellas personas que aparentemente cumplen todo reglamento, se deshacen en halagos ante los directivos, hacen como que están allí siempre que los necesitan y aparentemente trabajan duro, cuando en realidad lo que hacen es apropiarse del trabajo de otros.

Muchos directivos ven en estos individuos, al trabajador ideal y leal, cuando lo que en realidad lo que ellos son se aproxima más a lo que se conoce popularmente como “franelero”.

Estos errores hacen que el resto del personal se sienta injustamente relegado y postergado, o peor aún, perciban a la organización (no al directivo que cometió el error), como una entidad perversa, donde para progresar lo que hay que hacer es precisamente lo malo, creando con ello un pésimo clima laboral que puede llegar incluso a la extinción de la empresa.

SOLUCIONES

¿Cómo hacer para evitar caer en este error? ¿Cómo saber captar la esencia de las personas y no su superficialidad?

La respuesta podría no ser tan fácil de encontrar, porque entra en juego mucho de la carga subjetiva del directivo, así como su formación, su estilo de dirección, etc. Algunos podrían incluso no darse cuenta jamás de estos errores (hay gerentes despedidos por este tipo de situaciones, que años después aún no descubren cuál fue su error) o hacerlo cuando sea ya demasiado tarde.

Lo aconsejable en primer lugar es que el directivo no se deje deslumbrar por la primera impresión, que siempre trate de conseguir más información y ver más señales de las que se aprecian a simple vista en el trabajador. En segundo lugar, que no se rodee siempre del mismo grupo de personas, que trate de escuchar siempre a los dos lados de un conflicto y que no se apresure a la hora de premiar y/o castigar.

Ayudaría mucho también el que los trabajadores no se queden callados, que manifiesten siempre su desacuerdo ante cualquier situación injusta que se presente y que luchen por dar a conocer la verdad, aunque a ello implique en ocasiones, poner en riesgo su trabajo.