jueves, 24 de octubre de 2019

Leer e Interpretar la Realidad

Aunque en sentido estricto las empresas y organizaciones nunca han estado alejadas de asuntos políticos y sociales, hubo un momento en el siglo pasado, en el que ellas parecían vivir de espaldas a la realidad y la coyuntura provocados por estos temas y continuar con su existencia como si vivieran en una burbuja a la que nunca afectarían esos temas.
Pues bien los tiempos han cambiado. Las empresas ya no pueden seguir viviendo en esa torre de marfil, aparentemente aislados de la realidad en que viven. Sus públicos o stakeholders, les exigen que asuman posiciones y pongan en práctica iniciativas de acuerdo a esas posiciones que ellas dicen asumir.
El hacer caso omiso a esas exigencias a la larga puede afectar su reputación, sus ventas y su posición en el mercado, todo al mismo tiempo.
Pero ello no es nada fácil. Se necesita mucha agudeza para hacer una efectiva lectura de la realidad que rodea a las organizaciones y e interpretarla correctamente para tomar las decisiones correctas.
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Obviamente hay que tener en la Alta Dirección, mandos medios o al menos consultores externos, a los profesionales que puedan brindarle a la organización esas interpretaciones de la realidad.
Algunas empresas ya lo están haciendo (MiBanco y su campaña ciudadanos del mañana, es un ejemplo), pero son todavía un número muy escaso, "las empresas son conservadoras por naturaleza -dice Joan Costa- pero la realidad No lo es", una notoria mayoría todavía vive en su jaula de cristal, a espaldas de una realidad cada día más cambiante.
El encierro en sí mismas en el que viven es tan grande, que ni siquiera las siguientes generaciones de directivos pueden escapar de él y siguen cometiendo los mismos errores que sus antecesores.
Esta situación es peligrosa, no solo porque implica en el mediano plazo una desconexión con sus consumidores que podría traducirse en decrecimiento de ventas (cambio de preferencias hacia la competencia, boicots), sino porque a largo plazo puede resultar en una gran pérdida de reputación que se traduciría en caída del valor de sus acciones, falta de atractivo para captar a nuevos trabajadores, entre otros asuntos graves que podrían significar el fin de la empresa.
Aunque en sociedades como la nuestra con mercados imperfectos, con pocos competidores en el mercado, eso puede tardar en ocurrir, en algún momento esa situación llegará.
Es tiempo entonces de dejar de mirarse en el espejo, de creer que existen dogmas imposibles de cambiar, de oir siempre los mismos argumentos y en su lugar abrirse a los nuevos cambios e ideas que la realidad trae consigo, para no quedar desfasados.